Por Florencia Leniz Cornejo

Perderse en el camino puede ser una gran molestia, sobre todo cuando se viaja desde lejos y con el apuro de hacer un trámite. O por el contrario, perderse podría también podría ser el inicio de un nuevo y largo desafío. 

María Isabel Becerra, de 63 años, tomó el bus de Melipilla a Santiago con la intención de hacer una diligencia en el Servicio de Vivienda y Urbanismo. En vez de bajarse en la estación de Metro correspondiente, lo hizo en Los Héroes y se perdió. Comenzó a caminar por avenida Ejército y llegó a la puerta de nuestra Sede Santiago. “¿Del Alba? ¿Qué Universidad es?”, pensó. Por curiosidad decidió entrar. 

“Conversé con la señorita de admisión y  pregunté todo. ¿Me recibirán a mí? Estoy vieja, tengo 63 años. ‘¿Y por qué no? Total es un gusto que se va a dar’, me dijo ella”, recuerda María Isabel sobre el día en el que decidió que no era demasiado tarde para estudiar Derecho. Le contó a su hija mayor que tenía ganas de ingresar a la Universidad, ella la animó y días más tarde se matriculó, luego de realizar el proceso de admisión interno de nuestra casa de estudios.

María Isabel es madre de cuatro hijos. Tuvo a la mayor a los 15 años, razón por la que debió aplazar sus estudios indefinidamente hasta que en 2014 decidió entrar a estudiar Pedagogía Básica. Cursó durante cinco años y por razones personales no pudo terminar su tesis ni sacar el título de profesora. Sin embargo, alcanzó a trabajar un año en el Colegio Newén, de La Florida, que cerró por problemas económicos. 

Ahí conoció diferentes realidades de alumnos vulnerables y los problemas por los que pasaban algunos. “Lo que yo hacía era premiar a los niños para darles un relajo y hacerles saber que alguien los quería y escuchaba”, comenta María Isabel. Por otro lado, afirma que el respeto hacia los profesores se ha perdido mucho, que los malos tratos son cada vez más frecuentes y que los sueldos no valen la pena, por lo que desistió de terminar la carrera. 

Durante la pandemia convenció a sus hijos para que la dejaran ir a trabajar como auxiliar de aseo en una clínica de Melipilla. ”No querían que yo saliera, pero sentía que me estaba tullendo al estar sentada en el sillón todo el día”, afirma. Así que decidió que la mejor forma de moverse sería trabajar de nuevo. 

Actualmente vive con dos de sus hijos. Ninguno de ellos sabe que ya se matriculó en la Universidad, pero su hija menor, de 23, quien también estudia Derecho, le advirtió que no sería fácil. María Isabel cuenta que escogió Derecho porque le ha tocado ver muchas injusticias, sobre todo en temas relacionados a la violencia de género que viven hombres y mujeres. “Es difícil, pero me gusta. Hay que intentarlo y tirar pa’ arriba”, asegura la futura alumna UDALBA. 

Entre las dificultades con las que cree que se va a tener que enfrentar está que a su juicio los jóvenes, en general, discriminan a los adultos mayores. Al menos así lo sintió cuando estudió Pedagogía y sus compañeros no la incluían en trabajos o sesiones de estudio, por lo que terminaba haciendo las cosas solas. 

Sin embargo, sus ganas de estudiar y ayudar a los demás son más grandes. “A mí me encanta el estudio. Si tuviera menos edad y me hubiera divorciado antes, habría recorrido todas las carreras. Es una cosa que me hace sentir plena”, asegura María Isabel. Dice además que si no le va tan bien, al menos sabrá que no era para ella, pero lo habrá intentado. “Siempre hay tiempo, yo les digo a mis hijos, chiquillos estudien, uno nunca debe perder las esperanzas”.

“Espero que Dios me de vida y salud para poder ayudar a la gente que está vulnerada y falta de apoyo legal”, comenta nuestra futura alumna de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades, quien refleja aquellos valores que tanto nos esforzamos por promover: inclusión, humanidad y solidaridad. “No sé si alcanzaré, pero lo intentaré. Mi abuelita falleció después de los 100 años, así que tengo pa’ rato porque deseo hacer algo por la gente que lo necesita”.