Por. Vicente Muñoz Griffith. Profesor investigador Facultad de Educación UPV

En la historia ha estado presente la idea del aterrador colapso de la humanidad, las innumerables experiencias de las tragedias que hemos vivido a lo largo de ésta dan cuenta de ello.

En general los seres humanos vivimos en un permanente miedo. El problema es que en la actualidad se ha sumado la incertidumbre.

Incertidumbre y miedo son dos conceptos que se instalan con mucha fuerza en el milenio que estamos viviendo. Esto se hace más evidente a fines del siglo XX, ya que las instituciones modernas son incapaces de producir certezas como señala certeramente la investigadora mexicana Rosanna Reguillo

Este es el contexto actual en el que vivimos, producto de la emergencia sanitaria, debido a la pandemia del COVID-19, que se ha reproducido a una velocidad sin precedentes en todo el mundo.

Como han señalado algunos expertos, esta epidemia es quizás la menos letal que epidemias anteriores, ya que, si la comparáramos con otras, la tasa de muerte es mucho menor como fue la malaria o la gripe española.

Existe conciencia que esta pandemia mundial ya lo habían anunciado varios expertos. Por lo tanto, el riesgo era inminente y lamentablemente quienes debían tomar las decisiones para prevenir el escenario que estamos viviendo, nuevamente se equivocaron y no tomaron las medidas necesarias para prevenir los efectos en la población. La ciencia nuevamente fue desechada por intereses económicos.

En la actualidad muchos de los habitantes del planeta se encuentran confinados en sus respectivos hogares como una de las tantas formas de prevenir la expansión de la pandemia.

Este confinamiento o aislamiento social no ha significado que renunciemos a meditar acerca de lo que viene en el futuro, sino al contrario ya que esta situación nos ha situado en un contexto de reflexionar e imaginar el mundo que vendrá,  después de la pandemia.

Lo que ha llamado la atención es la gran cantidad de análisis post pandemia que han imaginado diversos intelectuales. Los análisis abordan varios temas entre éstos los que ven un fin del modelo de desarrollo y tendría como resultado la posibilidad de crear una economía más inclusiva y sostenible, como lo señala la economista italo-norteamericana Mariana Mazzucato.

El economista turco Dani Rodrik, profesor en la Universidad de Harvard, es menos optimista ya que si bien considera que los efectos de la crisis, puede que no sea el punto de inflexión para que se registre un cambio en la economía global, lo más probable es que esta se intensifique y se afiance, pero de todas maneras en el plazo más corto el neoliberalismo seguirá su muerte lenta.

Asimismo, el historiador israelí Yuval Noah Harari, nos sitúa en un escenario post pandemia en que debemos elegir entre el aislamiento o la cooperación, apelando a la racionalidad y por lo tanto, es más viable fortalecer la cooperación global, fomentando el intercambio de conocimientos y promoviendo la distribución justa de recursos humanos y materiales entre todos los países afectados por la enfermedad”.

Por último, Frank Snowden, profesor de historia de la medicina en la Universidad de Yale y conocido por su obra Epidemias y sociedad: de la peste negra al presente, plantea que esta pandemia nos dará la oportunidad de reconfigurar el actual sistema económico, afirmando que “La crisis puede persuadir a las personas de que se puede imaginar y crear un mundo diferente, urgentemente. Y que se pueden reimaginar nuestros vínculos de una manera que sean más saludables, más igualitarios, y también que nos puede hacer salvar el planeta.

Lamentablemente el panorama que se nos viene no es muy halagüeño, la magnitud de esta crisis pandémica ha sido devastadora en todos los sentidos. Poco a poco se ha ido instalando lo que se denomina miedo derivativo en la sociedad, que de acuerdo al filósofo Zygmund Bauman, nos sitúa en un inminente peligro dejándonos en una vulnerabilidad que nosotros mismos no podemos cambiar

Este miedo derivativo se expresa en la amenaza a la salud, a ser contagiados, pero igualmente a quedar sin empleo y reducir drásticamente nuestros ingresos, todo esto sumado a la amenaza de nuestra propia existencia y lugar social en el mundo.

Es evidente que las consecuencias económicas serán prolongadas, recién en un año, año y medio estaremos en condiciones de recuperar los niveles de producción que tenía la economía antes de la pandemia.

Pero no debemos ser tan pesimistas, históricamente este tipo de episodios pandémicos también traen cosas positivas, este tiempo de aislamiento social y reflexión nos enseñara que debemos actuar de manera distinta en la sociedad y quizás una de las cosas más importantes que debemos hacer, de forma individual y colectiva, tiene que ver con recuperar el sentido de los vínculos sociales en nuestras vidas. El filósofo francés Edgard Morin señala que si algo debemos aprender de esta pandemia es “redescubrir y cultivar los auténticos valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad. Valores esenciales que conocemos desde siempre y que desde siempre, desafortunadamente, terminamos por olvidar”. Por lo tanto, es imperativo saber cómo nos conectamos como sociedad en un futuro próximo. No debemos olvidar que los seres humanos somos seres sociales y el gran salto que dio la humanidad en la civilización fue cuando aprendimos a ayudarnos, ser solidarios y a protegernos los unos a los otros.