Hace algunos días se dio a conocer a la nueva premio nacional de educación, el cual recayó en la destacada profesora y académica universitaria María Victoria Peralta. La profesional, reconocida en el ámbito de la educación inicial, cuenta con más de cincuenta años de trayectoria como docente en aula, en niveles directivos y también como investigadora, en las áreas de la educación parvularia y superior. Además ha realizado un importante trabajo de formación inicial y capacitación docente tanto en Chile como en Latinoamérica, asesorías en políticas públicas y programas para la primera infancia, lo que se ha plasmado en una extensa producción bibliográfica que nutre documentos oficiales. Especial reconocimiento tiene su contribución en la elaboración de currículos para párvulos, donde ha ejercido un liderazgo a nivel nacional e internacional. Destaca también su labor en el ámbito público como Directora de la Junta Nacional de Jardines Infantiles (Junji); sus trabajos como consultora de Unicef, Unesco, BID, PMA (Programa Mundial de Alimentos) y en la O.E.I., por todo lo cual ha recibido múltiples reconocimientos y distinciones. Asimismo, sobresalen las publicaciones de sus ocho volúmenes sobre la historia de la educación infantil. En este último punto quiero hacer un alto y poner especial énfasis.

Porque el reconocimiento a María Victoria Peralta es también una señal respecto de la importancia que debe y tiene que tener la educación inicial, marcada por los primeros años de desarrollo de nuestras niñas y niños. La crianza que permite que un niño crezca de manera integral (física, mental y socialmente) incluye la alimentación, el cuidado de la salud, la protección, el estímulo cognitivo y emocional, el cariño y la seguridad del ambiente. Esto es responsabilidad de las familias, pero también de todos y cada uno de nosotros incluyendo al Estado, quienes debemos trabajar en el aseguramiento del acceso a servicios educativos y de salud de calidad.

Las experiencias que vive un niño, tanto en el ámbito familiar y en otros entornos como la escuela, son fundamentales. En este sentido, la educación inicial tiene un rol importante en la construcción de habilidades cognitivas y sociales. Su impacto se observa en el bienestar físico y motriz, en las habilidades lingüísticas, la comprensión de conceptos matemáticos, la capacidad de sostener la atención y autorregular el propio proceso de aprendizaje y las emociones, entre otros.

Leer columna en VOCES de La Tercera