La brutal golpiza que recibió el hijo de la diputada Cristina Girardi, el cual merece la más fuerte condena y repudio, instaló en la agenda pública un tema no menor que tiene que ver con los niveles de intolerancia que estamos viviendo como sociedad. El mundo político pareciera que se hace cargo de estos temas sólo si alguien, vinculado a esta élite, es perjudicado y las voces de alerta solamente son oídas cuando explota el descontento. Lo anterior no resiste análisis toda vez que casos como el vivido por el hijo de la parlamentaria no son ni aislados ni menos fortuitos.

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