La llegada abrupta del coronavirus sin duda ha sido una experiencia potente para las familias a modo transversal y sin distinción social o económica. Expandida la pandemia por gran parte del mundo, el confinamiento ha sido un ejercicio complejo, que ha reducido los momentos familiares de recreación y ocio al aire libre, ha aumentado la convivencia obligada, resta espacios de intimidad o de momentos personales para sus integrantes; y en particular la experiencia del teletrabajo, para quienes tienen la suerte de ejercerlo, se hace aún más estresante cuando debe combinarse con las demandas de la crianza de los niños y  las labores domésticas, estas últimas, no siempre distribuidas de modo igualitario.

Pero si hacemos un análisis histórico de las transformaciones que ha experimentado la familia, sabemos que esta unidad social se ha sabido reinventar a través de los tiempos. Se ha cimentado de forma numerosa, extensa y aglutinada para hacerse cargo de labores agrícolas en tiempos antiguos, y en la actualidad ha impulsado la jefatura femenina, cuando la mujer se empodera y construye un hogar monoparental, convirtiéndose en una proveedora esencial que se hace espacio en el mundo laboral moderno, al no contar con otras redes de apoyo económico.

Ahora en tiempos de pandemia seguramente este contexto ofrecerá nuevos desafíos a sus miembros.  Es un buen momento para priorizar tiempo de calidad con nuestros hijos, momentos de comunicación, de transmisión de valores y de disfrute de actividades lúdicas, algo que antes era una utopía frente a las extensas jornadas laborales. Es una oportunidad además para fomentar lo que se ha denominado las “nuevas masculinidades”, por lo que padres y varones ahora pueden compartir y disfrutar de responsabilidades que antes eran exclusivas al rol femenino y lo que resulta interesante, es que las asumen con agrado.

Para muchos adolescentes, será el trampolín para que empiecen a ejercer más responsabilidades, y sacudirse de la comodidad que ofrecía el seno parental y prepararse para la vida adulta. Pero otro elemento muy positivo y significativo es que el confinamiento nos ayudará a fortalecer el sentido de la identidad familiar. Pasar más tiempo compartiendo en familia  ofrece experiencias simples como la transmisión de relatos y vivencias que fortalecen los vínculos intrafamiliares y potencia el cuidado entre sus miembros. El distanciamiento social externo, nos invita a abrazarnos aún más puertas adentro y a valorar toda experiencia de aprendizaje al interior de nuestros hogares.

Mónica Villarreal Villa

Directora (I) Psicología 

Universidad Pedro de Valdivia 

Sede Chillán