El Rector de la Universidad Pedro de Valdivia, Rafael Rosell Aiquel, se refirió a la Ley de Desarrollo Profesional Docente, a través de una carta al director publicada en La Segunda el miércoles 28 de abril.

En la publicación, la máxima autoridad universitaria coloca en perspectiva su opinión en torno a esta normativa que en 2016 estableció el aumento de puntajes de selección para las carreras relacionadas al ámbito de la educación, disminuyendo el ingreso de los alumnos en un 35%.

Rosell Aiquel apunta a mejorar las políticas públicas, las que deben suscribir al bien común, dejando afuera las segregaciones.

 

Revisa la carta al director aquí: 

Señor Director: En estos días se discute un proyecto para bajar las exigencias de ingreso a las pedagogías por la drástica caída que han sufrido. La Ley de Desarrollo Profesional Docente de 2016 estableció el aumento de puntajes de selección para estas carreras, supuestamente, para que se titularan mejores profesores. Pero ese no era el camino. Nadie puede asegurar que un joven con un muy buen puntaje se convertirá en buen profesor. Esta variable no consideró lo más importante: la vocación y el justo reconocimiento social y económico del maestro. La autoridad está aplicando una mala ley en este aspecto, por un mal diseño de política pública. Esta disminución era previsible, no por la pandemia —la caída es de un 35% y viene de hace años—, sino porque deja fuera variables mucho más importantes que un puntaje. Esta forma de implementar políticas públicas, por iluminación y sin rigor metodológico, nos lleva a la situación actual. Una política pública debe siempre tender al bien común y analizarse exante con una proyección prospectiva de sus resultados, para determinar sus impactos. Lo que se generó con estas exigencias fue continuar la segregación, suponiendo que los jóvenes con menos de 500 puntos PSU no son capaces de ser buenos profesores. Con esta ley, si Gabriela Mistral quisiera estudiar para ser maestra hoy le sería muy difícil o no podría. La Premio Nobel ya a los 15 años era ayudante en la Escuela de la Compañía Baja y cuatro años más tarde, maestra en La Cantera. Tiempo después sacó su título en la Escuela Normal de Preceptores. ¿Qué la distinguía? El amor por enseñar, que no lo consigue un puntaje.

Fuente: La Segunda